lunes, 9 de febrero de 2009

29 de Septiembre.

Un lunes, 22 de septiembre. Llueve sobre el paseo de la Castellana de Madrid, a pesar de que el calor es propio de zonas más al sur sobre esa hora, las cuatro menos cinco de la tarde. En los numerosos pasos de cebra del paseo, viandantes impacientes esperan el momento de poder cruzar a un lado o a otro y estar así más cerca de llegar a su destino.

Entre ellos está Raúl, refugiado bajo un paraguas color crema pero empapado de pies a cabeza. Harto de encontronazos bruscos con otros peatones o, peor, con las varillas de algún paraguas maltrecho, va más deprisa de lo que debería por el encharcado pavimento hasta que consigue llegar al otro lado. Por fin, entra en el edicio de oficinas de Vodafone donde trabaja pero, después de tres horas organizando a su equipo para la reunión de la tarde (y absorbiendo, de paso, el frío exagerado que el sistema de ventilación expulsa), su jefe le hace marcharse, argumentando que su aspecto no es el más adecuado para recibir a unos posibles inversores. Muy enfadado, frustrado y sintiéndose mal, Raúl recoge sus cosas y se dispone a salir del edificio sin hacer ningún comentario en relación al desaprensivo que le ha robado el paraguas de su despacho.

Ya son más de las siete, y la temperatura (que ahora sí es más propia de Madrid) y la lluvia se alían contra Raúl, que vuelve andando a su casa pasando entre una masa de viandantes sorprendentemente secos a sus ojos.

¿El resultado? Seis días con fiebre y sin voz, solo en su piso y sin que nadie le llame para saber cómo está o para contarle, al menos, qué pasó en la maldita reunión.
Cuando vuelve a salir de su casa, todo le parece igual; sólo cambia un número y un ojo reluciente que le observa desde el cielo, pues ya es 29 de septiembre y luce un sol radiante. Sus pies le guían mecánicamente por el rutinario recorrido que hace todos los días, hasta llegar a lo que él considera el límite: el paso de cebra de la Telefónica, en el paseo de la Castellana.

Allí es donde deja su vida en un lado de la calle y cruza hacia el otro, para desperdiciar unas cuantas horas de su vida en un trabajo que no le gusta.
Allí es donde ve todos los días a esa mujer anciana con sus tres nietos, al adolescente cubierto de piercings y con aspecto híbrido y a algún otro que pase a formar parte por un día de ese "club de habituales" compuesto por ellos cinco.

Raúl se sume en sus pensamientos de tal manera que, cuando empieza a andar, mira hacia delante sin ver nada y choca con alguien, parándose ambos en medio de la carretera y mirándose avergonzados durante dos segundos que parecen dos horas. Con una media sonrisa, se disculpan bajando la cabeza a la vez en perfecta sincronía, y siguen sus caminos. Las dos veces que Raúl se vuelve, ella camina con la cabeza vuelta en su dirección. A la tercera, ella le sonríe mientras él abre la puerta del edificio de oficinas, lamentando más que nunca tener que entrar.
Sin embargo, cuando entra en la oficina todos le sonríen, y no se da cuenta hasta que se ve en un espejo, de que la causa puede ser esa chispita de ilusión que tiene en la mirada.

A medida que pasan las horas, esa chispa se va apagando, aunque él no se ha olvidado de ella: es lo que tiene la monotonía gris de la oficina, te mete en su espiral de teléfonos sonando y ordenadores con informes a medio terminar, y de ahí no hay quien te saque.

Aun así, y a pesar de que casi ha anochecido cuando dan las siete y Raúl sale del edificio, la ilusión se hace más evidente y se extiende por todo su rostro cuando la ve en la puerta, esperándole con una sonrisa algo nerviosa pero con actitud resuelta. La sensación ya es incontenible cuando ella abre la boca para decir la mejor frase que Raúl ha escuchado en mucho tiempo:

- ¿Un café?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

xaxi xaxi cuñaita, algun dia te enseñare mis escritos XD, que en realidad deberia publicarlos, como ustedes, en un blog para compartirlos. un besazo y mi mas sincero apoyo para que prosigas en tu mundo literario.

MiguewaR

àriN* dijo...

:D!

Mayo-13 dijo...

Ya sabes lo que pienso. Fantastiic!
Si un dia te lo publican yo sere uno de los compradores de primera fila.

Eh! eh! eh!

Que te quiero! :P